Arte y Figura

ARTE

Y

FIGURA

POR “EL NOLO”

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

Lino Zamora

Corrían los años de la penúltima década del siglo XIX. Las pasiones humanas, presentes siempre, son exaltadas en aquella época por el romanticismo, escuela de arte que les otorga una realidad suprior a la razón. Un torero mexicano, gran figura regional, se encuentra un jueves por la tarde en una esquina de la ciudad de Zacatecas, antigua fundación colonial, célebre por sus minas de plata, donde la inmigración vasca había creado uno de esos escenarios propios de los dramas románticos. Faltando poco para que pasara el farolero a encender las luces de gas, Lino cree reconocer en una persona que se aproxima a su banderillero de confianza Braulio Díaz.

Entre los dos existen lazos fuertísimos que los unen, nada menos que haber compartido el miedo y el riesgo en muchas tardes de toros. Uno a otro se han hecho el quite varias veces en situaciones de inminente peligro. Pero también hay un elemento de discordia entre ellos. Algo que inflama sus pensamientos a la par que sus sentidos. Se trata de una mujer, cuyos encantos de provinciana son imposibles de resistir para los dos.

Cuando Lino abandona su despreocupada posición recargado en un farol y se aproxima para cerciorarse de que efectivamente es Braulio quien se aproxima, siente un golpe durísimo en el pecho que lo hace caer. No llega a explicarse nada, ni siquiera que acaba de recibir un tiro.

Cuando el farolero llega a prender el gas, encuentra un cadáver en medio de un charco de sangre. “Aquí te vas a morir y aquí te quedas tirado”, dice en una des sus líneas el corrido popular para los años vienen. Quien sabe que fue de la culpable, la adorable y desinhibida Presciliana.

Matando de rodillas

La inventiva de los toreros mexicanos del siglo XIX estuvo siempre en efervescencia. Se trataba, en muchos casos, de llegar al no va más frente a los toros, de superar la competencia establecida entre los diversos feudos nacionales y sobre todo aquella de los maestros venidos de ultramar.

De este modo, si al metisaca de los bajos local sucedió la estocada en lo alto a la española, había que superarla, para no ser menos. Fue inventada entonces la estocada de rodillas, en lo alto, para las ocasiones en que debía triunfarse a cualquier precio. El gran Ponciano mató de rodillas en su debut en la Plaza El Paseo de San Luis Potosí, en abril de 1882, adonde llegó procedente de la Feria de San Marcos, en Aguascalientes. La corrida fue anunciada: “Presentación por primera vez en estos rumbos del hábil Ponciano Días”.

Continuará… Olé y hasta la próxima.