SÃO GONÇALO, Brasil (AP) — Hace cuatro años, cuando era todavía un adolescente, Vinícius Júnior llevó la primera medalla que había ganado hasta su ciudad natal, a las afueras de Río de Janeiro, donde pandillas y grupos de habitantes armados disputan el control, mientras los niños juegan al fútbol en la calle, entre montones de basura.
Ahora Vinícius tiene 22 años, es el extremo del Real Madrid y una figura clave de la selección brasileña que se apresta a jugar el Mundial. Y su localidad de São Gonçalo espera recibir pronto otra visita del jugador, que no hace mucho tiempo era un niño callado y, pese al peligro, jugaba al fútbol junto a una autopista.
Muchos aquí quieren desfilar por la ciudad con él, quien probablemente llevará al cuello una medalla para que la vean sus amigos, excompañeros de escuela y algunos de los pocos familiares que quedan acá.
“Miren, la casa donde vivió”, dijo Paulo Roberto, quien vive al lado. “No podemos decir que ésta es una puerta, son sólo piezas de madera improvisadas en un marco. Si llaman a la puerta nadie saldrá, porque todos acá viven con miedo. Si no conoces a la persona que llama, simplemente guardas silencio. Vini siempre se mantuvo alejado de los problemas, algo que no todos los chicos logran acá”.
La casa pequeña de Roberto, con muchas tejas faltantes en el techo y con una desgastada pintura rosada en los muros, se ubica en el barrio de Porto do Rosa, donde Vinícius vivió hasta los 14 años.
La zona es actualmente el escenario de una lucha de poder entre narcotraficantes minoristas y grupos de residentes armados. Los tiroteos frecuentes han ahuyentado a los niños que antes jugaban al fútbol en las calles.
“Todos tenían miedo de la violencia, pero a los niños no les importaba. Querían jugar todo el tiempo. Si había demasiada tierra en esta calle, Vinícius y los demás tomaban una pala, la limpiaban y jugaban”, rememoró Roberto, de 55 años. “Pudimos ver desde el comienzo que Vinícius iba a ser futbolista”.
Otro lugar donde Vinícius pasó mucho tiempo durante su niñez en São Gonçalo es la escuela estatal a la que asistía. Un cuarto en la escuela municipal Paulo Freire alberga un proyecto educativo auspiciado por el astro, para que los estudiantes aprendan a usar las nuevas herramientas tecnológicas.
Su exprofesora Ana Cristina Pereira dos Santos se emocionó después de que, junto a unos 20 estudiantes, se reunió para mirar la ceremonia en que la selección brasileña convocó para el próximo Mundial al niño al que conocían como Vini.
“Él da esperanza a todos estos niños. Muchos de ellos sueñan con ser futbolistas, no es una sorpresa. Pero otros sólo quieren recibir educación y vivir acá con dignidad. Y Vini los enorgullece de ser de aquí”, dijo a The Associated Press Dos Santos, de 56 años, mientras otros estudiantes coreaban el nombre de Vinícius.
“Vini era realmente callado con los otros estudiantes. Hablaba un poco más con los profesores. Amaba el fútbol desde el comienzo. Se ausentaba de algunas clases para jugar, pero sabía ser amable, prestaba atención a las clases y nunca me dio problemas”.
El despegue de Vinícius comenzó en la escuela local de fútbol a la cual le llevó su padre cuando tenía 6 años. El dueño Carlos Eduardo Abrantes Beraldini recibió a un chico tranquilo que podía gambetear a cualquier adversario hasta que anotaba.
Cuatro años después, Beraldini llevó a ese mismo chico para que se desarrollara en el club Flamengo de Río de Janeiro.
“Él llamó nuestra atención desde el comienzo. Empezamos a ponerlo a jugar contra niños más grandes, y aun así seguía destacándose”, dijo Beraldini, de 51 años, en su oficina, donde las paredes están cubiertas de camisetas autografiadas por Vinícius. “Él piensa rápido, es veloz, puede anotar en cualquier forma que quiera. Nos hacía reír. Nadie sabía cómo pararlo. En la cancha era imparable. Afuera era calmado.
“A Vinícius siempre le gustó entrenar. Ama el ambiente del fútbol. cuando jugábamos fuera de São Gonçalo, otros chicos cumplían con sus obligaciones y luego hacían otras cosas. No era el caso de Vinícius, se quedaba y observaba también cómo jugaban otros equipos”, comentó Beraldini. “A los 10 años, uno podía ver que él iba a ser profesional. Trabajaba duro. Sao Gonçalo era demasiado pequeño para él.
Valeria Beraldini, que trabaja también en la escuela, está agradecida con Vinícius, por volver cuando tiene tiempo para mostrar las medallas que ha conseguido.
“Él viene de una región muy complicada de la ciudad y, con mucho talento y trabajo duro es ahora uno de los mejores del mundo”, destacó. “Vinícius es el tipo de persona que viene aquí de manera imprevista para sorprender a los niños, y mostrar las medallas y trofeos que ganó con el Flamengo o los equipos en la academia de Brasil. Es una estrella pero no se comporta como tal”.
Rayan Alves, de 9 años, es uno de los estudiantes en la escuela municipal Paulo Freire. Juega al fútbol cuando puede, le gusta gambetear y asegura que quiere asemejarse más a Vinícius que a Neymar, algo raro en un niño brasileño.
“Sé dónde jugaba Vinícius acá. Y yo jugué una vez en su calle. La pelota casi se nos fue a la autopista”, dijo Rayan, mientras sostenía una bandera de Brasil. hecha de plástico. “Si él pudo hacerlo, tal vez yo también pueda”.