André Pierre Gignac desquitó de Miguel Herrera en tiempo y forma. No respondió nada cuando el entrenador culpó a la edad del plantel de Tigres por la eliminación del último torneo. Tenía que ser un escándalo y lo fue: el Piojo echó por la borda cualquier código de vestuario y le cargó la mano a los caudillos del equipo.
Sus palabras, en principio, no tuvieron consecuencias más allá de las predecibles: indignar a la afición por su irresponsabilidad y mala leche. Luego, cuando fue despedido unas semanas más tarde y todo estaba más frío, quedó claro que su pedrada a las efigies del plantel no había pasado desapercibida. Y no hay nadie más representativo de la vieja guardia felina que Gignac, el superdelantero francés que lleva siete años imponiendo su hegemonía en el futbol mexicano.
Y tomó su revancha ahora, que empieza una nueva temporada como titular, con un entrenador diferente, mientras Herrera se encuentra desempleado y haciendo, otra vez, campaña en los medios de comunicación para ser director técnico de la Selección Mexicana. El francés marcó el segundo gol en la victoria de Tigres sobre Santos Laguna (3-0) y el festejo no pudo ser más simbólico: fingió ser un viejito con dolencias de espalda. Respuesta directa a Herrera. Lo hizo como funcionan las revanchas: cuando todo está frío, cuando el tiempo ha inclinado su balanza.
“A mí o a otro que venga, le va a tocar el recambio generacional de este equipo que ya se hizo viejo para el futbol, si no es a mí, es la que venga. Gignac no es eterno, hace todo, pero no es eterno”, fueron las palabras de Herrera tras la eliminación de Tigres, el torneo pasado, ante Pachuca. Lo de siempre: culpar a otros cuando pierde, ya sea el árbitro o sus propios jugadores, a los que tendría que dar las herramientas básicas para que ganen. No: mejor señalar y sacarse responsabilidades.
Herrera creyó durante mucho tiempo que podía ir por ahí traicionando a sus propios jugadores sin que pasara nada, como cuando reveló públicamente las discusiones que habían tenido Jesús Corona y Guillermo Ochoa previo a Brasil 2014, todo por ver quién ocuparía la titularidad de la Selección Mexicana, o cuando exhibió a Christian Benítez en una conferencia de prensa por algo tan normal en el futbol como fallar un penal.
Su último gran desplante, el de llamar viejo al plantel de Tigres, el más lujoso que ha dirigido en su carrera, fue la gota que derramó el vaso: la detonante para su salida, ciertamente sorpresiva porque parecía que le iban a dar más tiempo para que diera resultados.. Y ahora Gignac ha evidenciado que no podía estar más equivocado o que, cuando menos, erró en su enfoque. Claro que Gignac no es eterno y algún día se irá, y entonces llenar su espacio será imposible. Pero mientras ese día no llegue, conviene no subestimarlo y esa es una lección que han aprendido todos los equipos del futbol mexicano… y ahora también Miguel Herrera.
El francés goza de plenitud futbolística y mal haríamos en normalizarlo. No es común que un delantero llegue a los 37 años con el nivel que él tiene y con una influencia tan decisiva en su equipo. Por eso es que parece que será eterno, porque lleva tanto tiempo jugando a un nivel tal alto que daría la impresión de que puede hacerlo para toda la vida. Eso debe valorarse, debe ser visto como lo que es: un mérito indudable. Y no un defecto, como quiso hacer ver Herrera.