El ataúd del gordo Sagrero llegó al campo uno, frente a las oficinas, con el fin de que todos los futbolistas acudieran a despedir al gran líder deportivo y vaya que se presentaron en grado superlativo.
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Precisamente el campo uno, con el tiempo fue bautizado con el nombre de Filiberto Sagrero y posterior lo hicieron extensivo a todas las canchas que manejaba la CNOP.
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Para ello y con el afán de hacerlo público, se develó una placa para Filiberto, la cual fue colocada al lado poniente de las oficinas de la liga, en pleno lecho del río Santa Catarina.
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Placa que no fue respetada por las nuevas autoridades, cuando deciden privatizar el río, con lo que desaparecieron así el testimonio a un personaje que se entregó en vida en pro del deporte para la clase trabajadora.
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Incluso en el campo uno fue creada una pista de atletismo, la cual igualmente fue bautizada con el nombre del profesor Enrique Morales Castro, como digno homenaje al conocido como padre del atletismo en Nuevo León.
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Todo eso se desapareció y solamente los que vivimos esas experiencias, conocemos de la existencia de dichos personajes, dado que las nuevas generaciones desconocen lo que hubieron de luchar aquella gente entregada al deporte al cien por ciento.
