Filiberto Sagrero era una persona con mucho entusiasmo, trabajador, alegre, que sabía caerle bien a la gente por estar siempre dispuesto a tender la mano a quien lo necesitara.
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Ese carisma lo aprovechaba bien para acudir con los políticos de moda a solicitarles apoyo para realizar diversos eventos, como los juegos estatales del Sector Popular.
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Los Regionales del mismo Sector, el apoyo al equipo representativo de Nuevo León de sillas de ruedas, emergido de la misma CNOP, quienes acudían año con año a los Juegos Nacionales, de donde retornaban cargados de medallas.
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Se hacia presente en las oficinas de los políticos acompañados de varios delegados, a quienes nombraba como representantes de los cientos de equipos y de inmediato planteaba la situación.
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Le informaban al servidor público que se tenía un proyecto a medio camino, el cual beneficiaba a cientos, tal vez miles de niños, jóvenes y adultos, pero requería apoyo para terminar las obras.
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Y sin más, ni más se apuntaban para dar el “si apoyo”, pues sabían de antemano que eso serviría para alimentar y mejorar la imagen del político, lo que vale mucho para sus aspiraciones futuras.
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Era así como el gordo Sagrero demostraba que si bien, la política y el deporte no deben mezclarse, sí pueden trabajar en forma paralela.