Nadie entendía el porqué las autoridades de aquél tiempo permitieron que el lecho del río Santa Catarina fuera privado, quitándole de esta manera la diversión a los pobres, como solía decir el buen amigo Rosalío Martínez, de los grandes impulsores deportivos en la Indepe.
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Estaban más que molestos con las autoridades, quienes en época electoral le habían solicitado el apoyo de la sociedad para llegar a ocupar el puesto máximo en la administración municipal y a las primeras de cambio enseñaron el cobre.
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Intereses particulares aparecieron con este movimiento, que de golpe y porrazo perjudicó no a cientos, sino miles de niños, jóvenes y adultos que gustaban de la práctica del deporte y los alejaba de caer en las garras del vicio y la violencia.
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Ese triste pasaje de la historia en el deporte de Nuevo León fue más allá de lo permitido, pues aparte de no cumplir los campos con las medidas mínimas, también quitaron algunas reglas del futbol, como el fuera de lugar, la reducción de los tiempos solamente a 30 minutos, con dos de descanso.
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Y para colmo, al triple del costo que pagaban con las ligas populares, que era de cien pesos por equipo, con duelos compuestos de dos tiempos de 35 minutos y diez de descanso.
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Lo peor del asunto que las autoridades, fueron comparsa, porque ni siquiera estaban afiliados a la Asociación, de ahí que los equipos participantes en estos torneos no tenían con quién emitir su protesta.
2022-03-23