Arte y Figura

Arte y Figura 

El Nolo

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

      Enrique Ponce

Entre los aficionados a toros se da con frecuencia el caso de aquellos que después de haber pasado los mejores años de su vida unidos a causa de un torero, defendiendo su bandera contra los temibles vientos y mareas que supone el desarrollo de toda carrera taurina, cuando el lidiador se retira o pierde actualidad, o cae en la arena como los grandes, entonces su fanático seguidor pierde por completo el interés en el espectáculo taurino y acaba por declarar con cierta soberbia que prefiere no regresar a las plazas que contemplar solo un mal remedo de la época dorada que le tocó vivir.

 Así pasó con Gaona, “Armillita”, Silverio, Garza y Arruza, y no digamos “Manolete”, a quien bastaron solo dos temporadas en México para crear un mito que sigue cabalgando en cuanto se juntan aficionados de cierta edad. Se dice entonces que son toreros de época, creadores de un arte tan definitivo, que a los ojos de sus más entusiastas partidarios supone la culminación no sólo del pasado sino también del porvenir, al extremo que con ellos termina el toreo.

 Pues bien, en las últimas temporadas ha venido a México un joven de alta estatura, quien comenzó su carrera en el concurso Monte Picayo busca un torero, organizado entre los becerristas del Levante español para encontrar, precisamente, a algún torero de época.

 Sobrino nieto de Rafael Ponce “Rafaelillo”, valientisisimo torero valenciano de los años anteriores a la guerra civil, esta figura de hoy ha logrado llenar la plaza más grande del mundo en varias ocasiones, haciendo regresar a muchos de aquellos bisoños aficionados quienes opinan que, frente a este torero joven, valiente, dueño de técnica y recursos, capaz de hacer faena a todos los toros, quisieran ver a los viejos colosos inmovilizados en fotos amarillentas.

 Aquel toro era distinto, replica furioso un setentón, que, al ver rematar un pase por bajo con la izquierda, no puede sino dejar de discutir para decir olé. Mientras tanto, olé por Enrique Ponce.

  Continuará… Olé y hasta la próxima.