ARTE Y FIGURA
“El Nolo”
Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral
Manuel Capetillo
En noviembre de 1947, terminada apenas una racha sangrienta por los ruedos del mundo que arrastró a “Manolete” en España, “Carnicerito” en Portugal y “Joselillo” en México, se anunció una novillada en la Plaza de Toros El Progreso de Guadalajara, con el mano a mano de Fernando López, figura del toreo más que de las novillería, y Luis Solano, novillero tapatío de gran arraigo en su tierra, para matar una novillada del ganadero local Lucas González Rubio.
En el quinto novillo, Fernando cede su turno en el quite a un muchacho con referencias taurinas casi nulas, que había sido incluido como sobresaliente gracias a la recomendación de unos familiares suyos al empresario Ignacio García Aceves.
Se llama Manuel Capetillo. Salta al ruedo anticipándose casi al gesto que le hace Fernando. Se echa el capote a la espalda y realiza un sensacional quite por gaoneras, arrastrando lentamente el capote por la arena. El público exige que le dejen hacer otro quite en el último de la tarde. Usa iguales procedimientos pero ahora suelta además una punta del capote para tomarla con la otra mano, es decir por fregolinas.
El escándalo alcanza tales proporciones, que como casi insólito sale en hombros. Como es natural, lo incluyen en el cartel de la novillada el domingo siguiente. Inicia una meteórica carrera novilleril en la cual como ha sucedido rarísimas veces en la historia taurina de nuestro país llega a ser figura del escalafón antes de torear en México.
En el verano de 1948 se convierte en uno de los 3 mosqueteros, junto a Córdoba y Rodríguez.
En aquel entonces provocaba un mayor entusiasmo su toreo de capote que el de muleta, pero una vez tomada la alternativa de manos de “EL Soldado”, va convirtiéndose gradualmente en un especialista de la muleta y sobre todo del torero por abajo.
Aunque en España tiene la mala suerte que lo tropiezan los toros en cuanto empiezan a acumular el mayor número de corridas, puede decirse que en México viene a ser la máxima figura de los años cincuenta.
Además, fuera de la plaza, sus habilidades de charro, cantor y enamorado, lo convierte en actor de cine. Pero estas excepcionales condiciones de ídolo popular, no lo ponen a salvo, claro, de los pitones de los toros. El Domingo de Ramos de 1959 “Camisero” de La Laguna le mete un pitón por el pecho, el más grave, con mucho, de una serie de percances que empezaron la tarde misma de su alternativa en Querétaro más de 10 años antes, cuando su segundo de La Punta le atraviesa una pierna, la víspera de navidad de 1948.
Pero Capeto jamás se achicó ante nada.
Continuará… Olé y hasta la próxima.