ARTE
Y
FIGURA
POR “EL NOLO”
Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral
Plaza de Toros “El Toreo”
Inaugurada en 1907 contempló diversas épocas de la historia taurina y social del país. Así haya conservado algo de improvisación, ya que no logró terminarse nunca, fue el escenario grandioso donde se desarrollaron las proezas de Gaona primero como un joven matador de toros y luego como un maestro consumado y majestuoso.
Don Porfirio ocupo un palco en las lumbreras, lo mismo que Madero, pero luego todos los mandatarios hasta Lázaro Cárdenas, bajaron a una barrera desde donde podían medir mejor su popularidad en contacto directo con el pueblo.
En su exterior vio como los tranvías tirados por mulas eran reemplazados por los eléctricos, y las carretelas por los automóviles. En suma, vio como los terrenos aledaños, en un principio todavía con el perfil campirano de ex hacienda de La Condesa, iban adquiriendo una fisonomía citadina de zona residencial. Fue ahí donde el espectáculo taurino en la ciudad de México alcanzó un auge, tal que hizo posible la construcción de otra plaza con el doble de capacidad, entonces mucho más lejana, que no obstante se llenó también desde la primera tarde.
Ahí se hicieron toreros “Armillita” y Garza, Ortiz y Solórzano, Balderas y “El Soldado”, Arruza y Procuna, quienes lidiando toros mexicanos cada vez más bravos y nobles lograron pasar a la leyenda. Era un centro de reunión semanal que jamás perdió importancia. De sus tendidos se pasaba a la calle de Plateros, al Teatro Principal o al café “Tupinamba”, lo mismo que al restaurant de Pepe “EL Catalán” o a “El Retiro”, después “Sonora-Sinaloa”.
Muchas bandas de música llenaron su espacio de aires toreros, pero tal vez haya dos que tengan mayor significación que las otras: la banda Madrid del maestro Oropeza, porque llegó aquí para hacer renacer los acordes que en aquellas circunstancias difícilmente sonaban en España, y la del Maestro Genaro Núñez, compositor y director que verdaderamente sentía el duende flamenco. Ahí está. Puede ser la tarde del debut de “Manolete” en México. Ya los días de la plaza están contados, pero va a terminar en plena apoteosis, ahogada en su propia grandeza. La banda interpretó hace rato La Virgen de la Macarena y Aires Andaluces. Ahora acaba de arrancarse con Cielo Andaluz, un pasodoble para partir plaza en México, y las cuadrillas hacen el paseo.
Todos los corazones se encuentran en un puño. Es el preámbulo de la tragedia fantástica del toreo en una plaza que lleva su nombre. Nada menos.
Continuará… Olé y hasta la próxima.