Arte y Figura

ARTE

Y

FIGURA

POR “EL NOLO”

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

Pepe Ortiz

Cuando se retira Gaona, en medio del gran astro y “Rodalito”, su alternante de aquella tarde inolvidable, parte plaza, como sobresaliente, un muchacho que había abandonado el seminario y que de una manera casual se inició en las lides taurinas.

Tal momento provoca que el gran escritor mexicano Rafael Solana evoque un poema a Rilke, aquél en que al atardecer, el sol, en su lecho de muerte, pregunta: “¿quién va a sustituirme cuando desaparezca?”, a lo que contesta la voz tímida de una luciérnaga: “se hará lo que se pueda, maestro”.

Ortiz toma la alternativa el mismo año de la retirada de Gaona, en el invierno, de manos de “Chicuelo”. Empieza entonces a construir el edificio de su arte, único, inimitable, en el estilo, naturalmente, del barroco mexicano, donde la única finalidad, si es que debe encontrarse un motivo a todas las cosas, es crear otra realidad, salirse de lo material hacia lo impalpable, olvidar lo principal y necesario para consagrarse a lo accesorio, al adorno, al detalle, que decimos los mexicanos. Inventa, además, otra novedad.

Desde Antonio Montes y después de Belmonte, la evolución taurina había ido en el sentido de la quietud en el toreo. Pero a Pepe no le preocupaba para nada lo que han hecho otros toreros, o las formas que vayan revelándose más eficaces para poder con los toros. El crea su propia escuela, caminando siempre con elegancia, inventando una nueva forma del aguante, diferente a la inmovilidad. Se pasa a los toros por delante y por la espalda, produciendo suertes nuevas que vienen a ser al toreo lo que el encaje a los vestidos femeninos.

No cubren del todo, solo dejan ver, insinúan, adornan la realidad fundamental de la silueta. Así, el toreo de Pepe no buscaba dominar al toro, ni mandarlo, tampoco matarlo con eficacia después de una brega basada en la idea de lucha. Para él, los toros, tan bonitos, eran solo un elemento más, como el traje de luces que llevaba, para caminar con garbo frente a ellos y crear lances preciosos sin esfuerzos, solo con pasión, su pasión taurina.

Continuará… Olé y hasta la próxima.