Arte y Figura

ARTE

Y

FIGURA

POR “EL NOLO”

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

Roque Solares Tacubac

El Dr. Carlos Cuesta Baquero nació en San Luis Potosí, o al menos vivió ahí su infancia y primera juventud, en él ultimo cuarto de siglo XIX, pues reporta haber visto torear en esa plaza al legendario Pedro Nolasco Acosta, a quien solicitó el gran Ponciano, en su etapa de principiante, le permitiera realizar esa tarde de la suerte de la “mamola”, a fin de hacer una colecta de aquellos pesos oro en un capote, para repartirlos entre los demás miembros de la cuadrilla.

Hechos como éste los recreaba Roque Solares Tacubac muchísimos años después en una serie de artículos titulada “Mis Recuerdos Taurómacos”, que publicaba, ya en la década de los años cuarenta del siglo XX, en el semanario La Lidia, después La Fiesta. A principios del siglo era un renombrado médico a cargo de la enfermería de la primera Plaza México, donde recibió en trance de muerte al gran torero andaluz Antonio Montes, a quien “Matajaca” había propinado lo que se conocía como una cornada de caballo, en la cual una de sus trayectorias penetraba la cavidad abdominal.

La muerte de Montes fue un trágico suceso que lo marcó para toda la vida, pues escribió muchas veces acerca de esa desgracia, explicando que la intervención conocida como laparotomía, exploración quirúrgica del abdomen, resultaba tan arriesgada en el año de 1907 que no se decidió a practicarla, sobre todo ante una aparente mejoría del herido.

Cuando aparecieron los antibióticos, en tiempos más modernos, comentaba una y otra vez el hecho de que Montes hubiera podido salvar la vida. Un año antes de esta tragedia, había publicado ya “Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905”, en 582 páginas. Después en 1920 apareció un segundo tomo que nunca fue terminado, alcanzando solo 232 páginas. Sus ultimo años vivió en Mixcoac, así que tuvo la satisfacción de que la plaza de toros más grandes del mundo fuera vecina suya.

Era tal su afición, que, a una edad muy avanzada, jubilado de su profesión de médico, aún paseaba sus blancos bigotes venidos de otro siglo por los lugares cercanos a su domicilio donde se practicaba el toreo de salón. Ahí solía comunicar su opinión a los aprendices: hoy la civilización e industria han creado un toro que viene a ser como los vidrios de colores de un caleidoscopio. Antes eran de oro mate. ¡Vaya toros y toreros! Decía antes de alejarse para seguir rumiando sus recuerdos taurómacos.

Continuará… Olé y hasta la próxima