ARTE Y FIGURA
POR “El Nolo”
Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral
El loco toreador
Las corridas de toros en la época colonial tendían a la variedad y la diversión, mucho más que a seguir un reglamento y un orden riguroso. En cada función salían al ruedo entre 10 y 20 toros, o más, para ser muertos a caballo o a pie. Por otra parte, junto al espíritu caballeresco de los lidiadores en serio, se acostumbraba a administrar una dosis de toreo cómico, con el deliberado afán de mezclar el drama y la comedia. Así era usual la caracterización de un “loco toreador”, que entre suerte y suerte de los demás, salía al ruedo para hacer desfiguros frente al toro. La emoción se convertía en risa, se atemperaba el espectáculo, y el conjunto adquiría mejor sabor aún.
Señoritas toreras
En el verano de 1785 llegó a México un nuevo Virrey, Don Bernardo de Gálvez, Conde de Gálvez, que al ser hijo del anterior ya había vivido en la capital de la Nueva España, donde se había hecho manifiesta su afición a la tauromaquia. En consecuencia, a su venida fue organizada una grandiosa temporada taurina, en dos plazas diferentes. Una para el ensayo previo de los espectáculos, la del Hornillo, y otra que tuvo una larga tradición, la del Volador, a un costado del palacio virreinal. En esta ocasión extraordinaria, el Señor Virrey, con su esposa, se dignaba a pasear por la plaza en carruaje abierto por los dos costados, antes del inicio de las fiestas. Además, fueron lanzados globos aerostáticos durante las corridas, que duraban unas todo el día y otras solo la tarde. Pero en una de ellas, la celebrada el 15 de noviembre, el Señor Virrey tuvo un gran sobresalto al ver que una ahijada suya, sin pedirle permiso, se lanzaba al ruedo para dar unos pases, que causaron la emoción del público y la suya propia, teniendo que aceptar el hecho sin imponer ningún correctivo, dado que sus inclinaciones taurinas eran de sobra conocidas. Fue así como en las siguientes corridas hubo otras atrevidas señoritas que hicieron lo mismo, tal vez con el ánimo de complacer al nuevo mandatario, resultando una temporada de las más lúcidas que hasta entonces se recordaban. Por desgracia, este virrey tan taurino no estaba a salvo de las intrigas cortesanas, y muere al año siguiente en circunstancias sospechosas.
Los tapados
Los nobles que bajaban al ruedo, además de jugarse la vida, podían ser blanco fácil de la ira popular, y desde luego eran objeto de crítica, cuando no de la maledicencia. Por tan poderosos motivos, había algunos que preferían guardar su identidad ante el pueblo, y sólo la familia y los amigos conocían quieren serán aquellos de a caballo, muy galanes, que realizaban hazañas frente a los toros.
Continuará… Olé y hasta la próxima.