Al paso del tiempo se ha dado cuenta cómo las organizaciones futbolísticas dejan de ser comunitarias, para convertirse en privadas y realizar el negocio del deporte, incluso amparadas en el hecho que el deporte no causa impuestos.
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Antaño una liga tenía como principal objetivo el promover el deporte, con el fin de aportar su granito de arena, para atacar la drogadicción y vandalismo entre los niños y jóvenes.
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Apoyaban a los equipos, integraban sus selecciones con los mejores jugadores, para participar en los Torneos Estatales, organizados y promovidos por la Asociación de Nuevo León, a la que se encontraban afiliadas la mayoría de ellas.
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Claro que había ganancias para los organizadores de estos torneos y bien aceptados por la comunidad, pues realizaban un trabajo, el cual debería redituarles ingresos económicos para la sobrevivencia particular.
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Por desgracia, algunas otras ligas hacían caso omiso, se dedicaban a organizar torneos, sin respetar el reglamento de la Federación, sin cubrir sus cuotas a la Asociación, convirtiéndolas en el gran negocio.
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A estas organizaciones, el buen amigo Rogelio Torres las bautizó, no solamente como Ligas Piratas, sino también “centaveras”, dado que hacían negocio, con la excusa de promover el deporte entre la comunidad.
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Lo mismo sucede hoy en día, luego de haber pasado la época dorada del futbol de Nuevo León, gracias a la apatía de las ligas y de algunos directivos de alto mando a nivel estatal.