Al inicio del nuevo siglo, cuando Felipito llegó a la alcaldía de Monterrey, tras haber logrado la mayoría en las votaciones locales, la clase trabajadora recibió como agradecimiento, el quitarle los espacios deportivos en el lecho del río Santa Catarina.
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Cedió los derechos al Parque Río y de esta manera destruyó lo que era considerado como el centro deportivo más grande del mundo, dado que, si bien el deporte continuó con la promoción, éste no estaba al alcance de la clase trabajadora.
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Esos espacios fueron construidos por el gobernador don Alfonso Martínez Domínguez, que acuñó la frase, “son del pueblo y para el pueblo”, la cual de un plumazo echó por la borda esa gran edificación.
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“Le quitaron la diversión a los pobres”, solía decir el gran promotor deportivo de la colonia Independencia, el finado amigo Rosalío Martínez, forjador del tradicional Club Pedregal de Occidente.
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Ya no se podía utilizar los espacios, ni para correr, o bien realizar la clásica cascarita, si no se pagaba un alto costo económico por el mismo, en una clase trabajadora, que no estaba a su alcance y por ende dejó de practicar su disciplina favorita.
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Esto provocó que los niños y jóvenes de esos ayeres, desviaran su camino y se refugiaran en el vicio, por lo cual la violencia fue al alza en las diferentes colonias del sur de la ciudad.