La liga, conseguida casi en la clandestinidad por la derrota del Mónaco, su principal seguidor, y en vísperas de una decisiva semifinal de la Liga de Campeones, es también la sexta para Kylian Mbappé antes de decir adiós al PSG.
En su primer año en el banquillo, Luis Enrique ha cumplido el mínimo de los requisitos, al igual que Mbappé en el último como jugador del club al que llegó en 2017 y al que hace unos meses anunció que dejaría.
La semifinal de la Liga de Campeones, sin embargo, ha ensombrecido totalmente un título que todo el mundo daba por amortizado, dada la superioridad que el equipo parisino ha demostrado en el terreno doméstico.
Desde la llegada de los cataríes al frente del club, ganar la liga se ha convertido casi en un hábito. En ese periodo ha ganado diez de sus 12 campeonatos nacionales, con solo dos excepciones, la de 2017, con Unai Emery en el banquillo, y la de 2021, una temporada que se repartieron el alemán Thomas Tuchel y el argentino Mauricio Pochettino.
Luis Enrique no ha sido menos que sus predecesores, que ganaron la liga en su primer año, pero comparte con ellos un elemento: para ninguno de los técnicos ha sido suficiente con demostrar la supremacía en Francia para convencer a la propiedad catarí.
El técnico español sabe que la cita que de verdad cuenta la tiene con el Borussia Dortmund, frente al que aspira a clasificarse por segunda vez para la final de la máxima competición europea.
Es entonces cuando el valor añadido que se le pide al exseleccionador español tendrá que salir a relucir y comprobar si su carácter ha llegado al vestuario en forma de su espíritu competitivo y ganador.
Ese será su auténtico examen. Aunque todo apunta que el futuro del entrenador no está comprometido, quedarse en semifinales mermaría algo de su crédito en un año clave, el último en el que contará con el que muchos consideran el mejor jugador del mundo.
Título especial para Mbappé
Para Mbappé, su sexto título liguero en París (el séptimo en total, con el que logró en 2017 con el Mónaco) también tiene un gusto especial. El delantero disfruta de cada copa que contribuye a colocar en las vitrinas de su ciudad natal.
El atacante comenzó el año en el congelador, amenazado por el presidente, Nasser Al-Khelaifi, después de que enviara un correo en el que renunciaba a su último año de contrato.
Eso le dejaba las manos libres para negociar su futuro y auguraba que este se desarrollaría lejos de París. Temeroso de perder gratis a su principal activo, por el cual pagó ingentes cantidades de dinero, el propietario catarí se asustó y le conminó a renovar o marcharse.
Mbappé se mantuvo sólido, aguardó su momento y acabó por llegar a un acuerdo con Al-Khelaifi por el cual su salida dejaría dinero en las arcas del club.
A partir de ahí puso en marcha su tradicional maquinaria que le llevó a liderar el club, privado de otras estrellas como Lionel Messi o Neymar, hacia el título.
Todo parecía discurrir por las mejores vías hasta que en febrero se filtró que el jugador había tomado la decisión de no seguir, lo que abrió un nuevo capítulo.
El entrenador esgrimió la teoría de “preparar el futuro” para dejar en el banquillo a su mejor jugador durante varios partidos ligueros y utilizarle de forma prioritaria en las citas clave.
Lo que no le ha privado de tener unas estadísticas brillantes, con 43 goles logrados hasta el momento, uno más que su anterior temporada más brillante.
Las ausencias en liga le privarán de mejorar sus estadísticas en esa competición, pero no parece que vayan a poner en riesgo que termine por sexto año como máximo goleador del campeonato, algo que nadie antes había logrado en Francia.
Con el título de máximo goleador histórico del club, superando al uruguayo Edinson Cavani, Mbappé tiene garantizada dejar una huella en el club que las próximas semanas determinarán hasta donde puede llegar.