Ironías, en la liga mexicana de futbol profesional es donde menos mexicanos participan.
El exceso de extranjeros permitidos reduce al máximo los lugares para los nacionales, que por desgracia pasan sus mejores años a la espera de la oportunidad que casi nunca llega.
Hoy en día, esos elementos desechados, buscan nuevos horizontes en el amateur, en donde ofrecen su calidad al mejor postor, con el fin de lograr un extra para la economía familiar, lo que causa controversia entre la familia futbolera no profesional, que los ha bautizado como mercenarios.
Los jugadores ofrecen sus servicios, en tanto los patrocinadores echan mano de ellos con el propósito de hacerse de un nombre y que, de publicidad a su negocio, al fin y al cabo, es deducible de impuestos.
En ambas circunstancias se entiende el proceder, sin embargo ha traido también problemas a los equipos populares, donde enfrentan el enterno dilema de la falta de jugadores comprometidos con el barrio.
El enfrentar a equipos con jugadores pagados y ganarles, es la mejor satisfacción de los equipos populares, más ganarles un campeonato y aunque antaño el pago a jugadores estaba prohibido por el Sector Amateur de la Femexfut, hoy en día ya ni caso hacen a esa ley.
El colmo, dicen algunos dirigentes de equipos, es cuando invitas a un jugador a unirse al equipo, de inmediato preguntan de cuánto es la paga, aunque no saben ni pegarle a la pelota, ni tengan habilidades, mucho menos condición física.