A través de la historia hemos visto la actitud de los padres de familia, quienes a fuerza desean que sus hijos lleguen a formar parte de la planilla del futbol profesional, “para que los saquen de pobres”.
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Los registran en un club, pero si ven que el entrenador no lo pone como titular, pronto renuncian a ese organismo, para llevarlo a otro, pues no desean perder el tiempo para lograr el objetivo.
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Lo malo del asunto que esos papás se forman una mala imagen, dado que los presidentes de los clubes se encargan de difundir la fama de estos personajes y no tanto por envidia, sino por el hecho de cambiar de aires, sin haber cubierto las cuotas de afiliación.
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El asunto es que esas exageradas adulaciones de los padres hacia sus chamacos, convierten a estos en personas vanidosas, al sembrarles la idea que son superiores a cualquier otro jugador.
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Por ello a la hora de demostrarlo dentro del terreno de juego, serán el centro de atención del resto de sus compañeros, quienes habrán de aislarse y dejar solo a estos niños, quienes, al verse en esta situación, habrán de cometer crasos errores, los cuales serán agigantados en los comentarios de la gente.
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Por ello se ven también en la necesidad de buscar nuevos horizontes y es cuando caen en las garras de entrenadores que tienen como primordial objetivo el hacer negocio con el futbol, en tanto los valores morales y el futbol ya vendrán después.
