Apenas el reloj marcaba las cuatro de la tarde y empezaba el desfile de entusiastas jóvenes, niños y adultos, con balón en mano, se dirigían a las canchas ubicadas en el lecho del río Santa Catarina.
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Aquello se convirtió en una religión y todas las tardes se miraban a cientos de personas practicando su deporte favorito, o más bien, tratando de ganar condición física y practicando algunas jugadas.
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Pero lo más sobresaliente era echarse la clásica cascarita, dado que si bien, existían infinidad de campos, también había muchos entusiastas por la práctica, que los espacios no se daban abasto.
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Por ello se organizaban y se realizaban las retas, a tres goles, donde el perdedor quedaba fuera y el ganador esperaba al siguiente rival, por lo que era agradable disfrutar de esos momentos de sana diversión.
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Eso valió para que los jóvenes se conocieran, pero no se digan los sábados y domingos, aquello era un verdadero mar de personas, quienes caminaban a lo largo del lecho del río hacia el campo y realizar su juego de la jornada.
-o0o-Esos días estaban llenos de alegría, donde no les llamaba la atención las drogas, pues declaraban que su único vicio era jugar al futbol, de ahí que las amistades engrandecían a diario.