ARTE
Y
FIGURA
POR “EL NOLO”
Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral
Valente Arellano
Chanoc o Chirris, como le llamaban de cariño, empezó a torear desde muy chico, casi de la mano de su padre, un ingeniero a quien le gustaba matar verdaderos toros para desahogar su pasión taurina. Aunque siempre quiso que su hijo estudiara y le puso como condición para torear que terminara la preparatoria, Valente se mostró desde un principio mucho más inclinado a la vida de campo que a los estudios, de modo que permanecía durante largas temporadas en Chichimeco, la hacienda “Armillita”, de done pasó a torear numerosos festivales por el norte del país, antes de su debut con picadores en Ciudad Juárez.
Eloy Cavazos, gran amigo de su familia, lo ayuda y aconseja. Adolfo Guzmán lo trae a Texcoco. Cuando ve de lo que es capaz en el ruedo empieza a apoderarlo. Un niño casi, recorre la Republica, viviendo la aventura taurina con tal pasión que resulta difícil encontrar en la historia con quien compararlo.
El, su apoderado y su mozo de estoques forman una tercia dispuesta a conquistar el mundo. Torea en “La Florecita” de Ciudad Satélite armando grandes alborotos. Todos los novilleros que presentó ahí Lalo Cuevas durante sus cortas temporadas anuales reunían condiciones para llegar a figuras, pero Valente quizá resulte el más destacado.
Cuando por fin llega a la México el éxito es de apoteosis. La llena varias veces haciendo un toreo en el que una gran dosis de valor es solo el ingrediente necesario para renovar el repertorio de las suertes con capote, banderillas y muleta, además de tirarse sobre el morrillo de los toros con y sin engaño, o esperarlos para matar recibiendo.
Un toreo tan arriesgado lo lleva a sufrir numerosos percances, los cuales solo sirven para acrecentar, si cabe, su entusiasmo.
De las cornadas y fracturas se recupera en el mínimo tiempo posible porque lo único que quiere es torear. Toma la alternativa en Monterrey ante una multitud expectante. En esta nueva etapa, su padre, como siempre, le recomienda mayor aplomo, seguridad, sabiduría.
Una noche, como cualquier otro joven, sale de su casa en Torreón para reunirse con sus amigos en una discoteca. Al regresar aborda su moto. Lo que no pudieron hacerle los toros le sucede en un momento impensado, igual que otros de las ultimas generaciones. Doña Sonia su madre, Don Valente su padre y Selmita su hermana, tienen la certeza de que algún día volverá a verlo torear.
Continuará… Olé y hasta la próxima.