Arte y Figura

Arte y Figura

El Nolo

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

Dr. Alfonso Gaona

En la feliz época para México del principio de la década de los cuarenta, empezó a moverse en el ambiente taurino un joven que poco antes había regresado al país para torear un festival en El Toreo en 1939, después de estudiar la ciencia de la optometría en los Estados Unidos.

 El empresario de toros, luego magnate hotelero Carcho Peralta lo hace su socio, dándole la oportunidad de organizar la corrida de la alternativa de Arruza, con toros de Piedras Negras y “Armillita” y Gorraez en el cartel. El joven Alfonso Gaona saca por entonces la revista Arena, estupenda publicación semanal llena de fotografías e información, reflejo fiel de la pasión que el espectáculo despertaba en la capital.

 Pero no es sino hasta varios años más tarde que logra quedar como empresario de la Plaza México, cuando se anuncia ya la bancarrota de su constructor Neguib Simon y Tomas Valles decide dedicarse a otros negocios, en vista de la fortuna que había perdido en solo dos temporadas frente de la mayor plaza de toros del mundo.

 Era la primavera de 1948. Al propietario de la Óptica Metropolitana y de la tienda de regalos Gaona, ambas en el centro de la ciudad, se le empezó a ver en los tendidos de la placita del Rancho del Charro, buscando nuevos valores capaces de llenar la México. Y vaya si lo consiguió. De ese pequeño ruedo salieron Paco Ortiz, Córdoba, Alfredo Leal, Arcadio Rodríguez, que con Capetillo venido de Guadalajara, Rafael Rodríguez de Aguascalientes, y otros novilleros como Rafael García y “El Jarocho”, renovaron el escalafón novilleril durante una temporada de verano solo comparable a la de Carmelo y Esteban, Briones y Procuna, Fernando y “Joselillo”, esta última solo dos años antes.

 Hizo matadores de toros ese mismo invierno a los Tres Mosqueteros, demostrando un talento poco común para interpretar el sentir del público y llenar la plaza.

 Permaneció en su puesto con altas y bajas, pero siempre haciendo gala de sus dotes de organizador y hombre de empresa. Durante su época, la más larga que haya habido de un empresario taurino en la capital, contribuyó a que surgieran muchas figuras, y vio como a otros, muchos más, no los dejaron pasar los toros ni el público. Él no fue más que un gran empresario, conocedor, humano y entusiasta.

Continuará… Olé y hasta la próxima.