ARTE
Y
FIGURA
POR “EL NOLO”
Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral
Jesús Solórzano
Nacido en una aristocrática familia de Morelia, llega a la capital cuando los sucesos revolucionarios la hacen venir a menos. Aquí consigue un empleo de burócrata siendo muy joven, pero al encontrar poco estimulantes las labores de escritorio, abraza la profesión taurina.
Desde el principio se distingue por unas maneras fáciles y elegantes, sobre todo con el capote. En su última temporada de novillero, el año 29, rivaliza con Carmelo y logra vencerlo la tarde de la oreja de plata. Este trofeo fue enviado desde Sevilla por el inmortal “Gitanillo de Triana”, y al serle concedido a Solórzano aquella tarde de competencia novilleril, tal parece que fue su reconocimiento para otro gran artista del primer tercio.
La estatua que Torea, pronto es consagrado por la afición taurina como algo más: El Rey del Temple. Toma la alternativa de manos de otro torero leyenda, Félix Rodríguez, que en la misma corrida obtiene su mayor éxito en México. Contando con los consejos y ayuda de su gran amigo Antonio Márquez, va a España para empezar otra vez de novillero, hasta tomar de nuevo la alternativa de Sevilla, y confirmarla en Madrid, de manos de Villalta, en presencia de “Gitanillo de Triana”, figuras siempre constantes al hablar del toreo de capa.
Pero ahí, en Madrid mismo, Solórzano inmortaliza a “Revistero” de Aleas, y en México a otro toro de nombre parecido: “Redactor” de La Laguna. “Granatillo”, “Cuatro Letras”, “Tortolito”, “Ceniciento” y “Picoso”, son otros tantos testigos de su toreo desmayado y solemne.
En “Ora Ponciano”, personifica de manera insuperable a nuestro gran torero del siglo pasado, en una de las primeras superproducciones cinematográficas mexicanas. Desde su época, cuando un toro bravo salta al ruedo y mete bien la cabeza, alguien en el tendido añora siempre su forma de bajar las manos, barrer el piso con el capote y hacer que el propio tiempo se detuviera.